martes, 25 de febrero de 2014

Se fue camino al sol
Éramos cuatro recuerdo, mi señora, mi cuñado y señora y yo. Ellos, mis cuñados, nos dieron la mayor de las sorpresas, no esperábamos o al menos yo no esperaba, llegar a tu casa.
Esa noche descubrimos el misterio de olvidar por un momento todo lo que rodea tu presente, esas cosas, problemas, obligaciones o asuntos pendientes. Tu lugar logra eso porque supiste transmitir la sensación de hogar, pude bailar, toqué música, amé a mi esposa, desperté y al mirar el mar desde tus balcones no pude contener el llanto feliz de conocer la belleza en su máxima expresión. Lo bello que invade tu alma y no se puede detener, es un mar si se permite la comparación, de calma y pasión. Hasta una paloma vino a saludarnos a mi esposa y a mí esa mañana, nos miró a ambos, como si quisiera decirnos “Los estaba esperando”. Pude cocinar en tus fuegos los peces de ese mar tan especial e infinito y ver los ojos de mi amada con una paz difícil de explicar e inmensa de percibir.     
Escuchamos tu voz y aprendimos el valor de sentir la naturaleza en nuestro ser, pasamos de una llegada al llanto extasiado en tu casa pueblo, en la que la sal de tu mar se apoderaba de nuestros labios durante la noche. Tus odas cambiaron para siempre nuestra forma de cantarle a la vida. Tus soles llenos de expresión, de miradas, de cálida compañía, de amistad sincera formaron un cúmulo que rodeo en un abrazo a todos los que conocimos tu lugar en el mundo.
Dicen que cuando encontramos nuestro lugar en el mundo, no es necesario nada más pues es lo que nos completa, es ese espacio que ofrece el incomparable sentimiento de hogar, de refugio, de abrigo del alma. Los que conocimos tu hogar abrazado a la montaña, atesoramos en nuestro corazón tus amaneceres, tus crepúsculos únicos, tus noches musicales, tu saludo cordial.
Una vez estuvimos en tu refugio y alcanzó para seguir en la búsqueda de nuestro lugar, de ese pedacito de tierra que uno siente suyo, tu ejemplo ya es legado, tu amor por lo africano, por el tambor, por nuestra esencia, por la expresión, perdurará por siempre.
Voy a tomarme un permiso, te voy a tutear pero con un gran respeto, gracias Carlos Páez Vilaró  por enseñarnos que la libertad es el mayor de los logros de la humanidad y que ella se logra muy pocas veces con mucho trabajo y coraje. Solo te pido que en donde estés se escuche tu tambor y que dibujes nuevos soles que iluminen la vida y que brinden tu alegría.
Gracias por enseñarnos que el Sol es nuestra conexión con la vida y que a él le debemos lo que somos…Gracias y hasta siempre.  

Valentín Goró – Un sencillo admirador 25/02/14

      

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